“Corría entre la maleza, las huesudas ramas de
los árboles se aferraban a él, invitándole de una forma lúgubre a quedarse
entre ellos para mostrarle lo horrores del bosque al desaparecer el día. La
luna despuntaba en lo alto el cielo y macabramente recordaba que ahora era ella
quien controlaba a las criaturas de la noche.
Aquello que le perseguía se acercaba cada
vez más deprisa con el sufrimiento y el horror en cada una de sus pisadas.
Tenía que huir. Como fruto de su deseo un tejado asomó entre las copas de los
árboles.
Ooo
La puerta se cerró tras de él. Un olor a
moho impregnaba el ambiente, la humedad reducía la temperatura de la estancia.
Solo se oía silencio. Un silencio tenebroso. Un silencio enloquecedor. Un silencio
que contiene el mismo mensaje en cada una de sus sílabas: muerte.
Protegido del paso de los años, un viejo
órgano se encontraba oculto en la oscuridad al fondo de la estancia. Los tubos
se prologaban como sombras hacia el techo. Sus teclas, movidas por hilos
invisibles empezaron a danzar entonando una canción demoníaca.
La sangre empezó a palpitarle en la sien, su
piel palideció, los ojos se salían de sus cuencas. La boca solo pronunciaba
palabras huecas. Un olor a putrefacción se impuso en el lugar y miles de
sombras rodearon el refugio.”
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