JANE
DUFFOR…
Los tacones repiquetean contra los adoquines
de la acera. El humo del cigarro se difumina en la oscuridad, mezclándose con
la niebla que poco a poco empieza a descender. El frío de los primeros días de
invierno se cuela por mi piel apenas cubierta por unas cortas prendas,
ajustadas y llamativas, mostrando sin pudor mis formas de mujer.
La vida de prostituta no tiene grandes
privilegios. No es algo que haga por gusto, pero tampoco me arrepiento de lo
que soy. Tengo veinte años y desde hace cinco trabajo en la venta de mi cuerpo.
Cuando ves a tu madre ebria cada vez que entras por la puerta, deambulando por
la casa, balbuceando palabras sueltas e ininteligibles carentes de sentido y a
tus hermanos con los ojos enrojecidos debido a sus largas noches de insomnio,
sollozando en silencio en sus habitaciones turbados por la situación… Algo
cambia dentro de ti. Decides que no quieres esa vida, que quieres que la
pesadumbre y nostalgia se despeguen de las paredes de tu hogar; quieres saber
qué es sonreír, salir de fiesta y qué se siente al dar el primer beso de amor.
Quieres ver tus sueños cumplir, equivocarte y volver a intentarlo. Quizás solo
buscas la felicidad. De repente maduras y la imagen que el espejo te devuelve
es la de una niña risueña y tímida atrapada en un cuerpo de adulta. Tampoco
tenía muchas opciones.
Poco a poco me hice un hueco en la calle.
Compartía acera con las demás chicas y debía hacer frente a la competencia y
rivalidad que existía entre nosotras. El miedo que sentí al comienzo hoy forma
parte de la niña que solía ser; los labios, amoratados y sanguinolentos por la
contención de los gritos de dolor y sufrimiento sellaron sus heridas; las
lágrimas cesaron y mi cuerpo, antes rígido y descoordinado, se ha vuelto
armónico y flexible. Ahora, incluso disfruto.
Las luces de un coche relativamente nuevo se
abren camino a través de la penetrante oscuridad. El conductor, un hombre de
mediana edad y con anillo de casado en el dedo anular de la mano que sujeta el
volante tapizado en cuero me mira lascivamente y con una voz pegajosa y pedante
pregunta:
-¿Subes guapa?
Me siento a su lado y noto cómo mete la mano
por entre mis piernas rozando con el frío anillo mis muslos desnudos hasta ir
ascendiendo lentamente. Cierro los ojos y como tantas otras veces, me encierro
en la opacidad de mis pensamientos.
…JEREMY KOREL…
Uno. Dos. Tres. Es el cuarto vaso de whisky
y su rostro sigue imperturbable en mi cabeza. La tristeza se transforma en
odio. Un montón de improperios suben por mi garganta pero los acallo con un
nuevo trago. El alcohol es fuego descendiendo por mi gaznate y me obliga a
cerrar los ojos. Las sienes me palpitan y una náusea lucha por salir al
exterior. Vuelvo a dejar el vaso en la barra y un vórtice caótico de sentimientos
perdidos y emociones silenciadas me sumergen en una espiral de amargura e
impotencia.
Aún recuerdo ese par de cuerpos sudorosos y
excitados retorciéndose bajos las sábanas; gemidos agónicos y suspiros
desesperados. Otras manos manoseando sus senos, otros labios baboseando su
cuello, otro hombre haciéndole el amor a mi mujer… Cada vez que cerraba los
ojos, dos serpientes con la cabeza de mi mujer y su amante enroscando sus
escamosos y nauseabundos cuerpos a la vez que juntaban su bífida lengua con el
morbo destellando en sus afiladas pupilas atormentaban mi sueño. Una esfera
negra que me atrapaba arrastrándome a la angustia y exasperación. Y después… nada.
Miro impasible mi vaso medio vacío con el
licor amarillento contoneándose en su interior mas no puedo evitar preguntarme
cómo he llegado a esta situación. Al igual que si en ello fuera a encontrar la
solución apuro de un trago el contenido y con la resignación de quien ha sido
despechado, vuelvo a rellenar la copa.
Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco… Parece que
empiezo a olvidar.
…MADELAIN SIMON…
Oigo el carrito del desayuno nada más que
gira en la esquina. Las chirriantes ruedas se desplazan pesadamente por el
suelo embaldosado y reluciente de la residencia. La luz del fluorescente oscila
lóbregamente en el techo iluminando febrilmente. Su parpadear incesante, como
si del código Morse se tratara, parece que intenta transmitir un mensaje
discordante. Los pasos del conductor del carrito se suceden tenues e
inevitables. En mi cabeza se sobrevienen las diferentes escenas de lo que
ocurrirá, lo cual lleva siendo así desde la primera vez que ingresé en el
centro hace ya casi diez años: Amanda, la enfermera regordeta, me dará los
buenos días con su voz aguda e irritante; colocará el desayuno en la cama y
comentará el tiempo que hace hoy. Después, como siempre, me mirará con lástima
y murmurando me dejará, al fin, sola. Ingenua. La sanitaria reproduce a la
perfección los pasos que había predicho y con gran precisión me atrevo esta vez
a controlar el tiempo en el que los realiza. Finalmente sale de nuevo al
pasillo y sus pasos se esfuman en la lejanía.
Los primeros rayos de sol del mes de noviembre
entran prudentes por la ventana, temerosos y precavidos hasta alcanzar los pies
de mi cama. Fuera, las ramas desnudas de los árboles se balancean al ritmo del
viento. Él amaba el frío. Inconscientemente evoco su imagen sonriente con la
nariz colorada por el frío. Pero el tiempo, cruel devastador de historias
ajenas se llevó aquello que no le pertenecía y nunca imaginé lo que pasaría
después. Al igual que un fardo pesado e inservible del que hay que desprenderse,
mis hijos me abandonaron a la intemperie de la residencia. Sin remordimiento
alguno dieron media vuelta y como despedida me dejaron los restos de polvo y
tierra que desprendieron al arrancar el coche.
Únicamente mi nieto desde la ventana de atrás me dijo adiós con la mano
y la mirada cubierta por un velo de tristeza.
Las manecillas del reloj corretean traviesas
haciendo sucederse uno tras otro los días y los años. Mi cuerpo envejece en la
soledad de la habitación con el sosiego exasperante de quien espera algo
diferente y no ocurre nada.
…ERIC LIONEL…
El sonido seco del cuerpo al chocar contra
los adoquines cubiertos del polvo y ajetreo diario retumba en mis oídos. El
tiempo se ralentiza y solo oigo el silencio de los ánimos perdidos que salen de
la boca de aquellos que se encuentran a mi alrededor. Dirijo la mirada hacia la
figura contraída que yace en el suelo malherida e inconsciente. Entre la sangre
coagulada salpicada irregularmente por el rostro se aprecian los rasgos,
desfigurados y pálidos, de un chico de mi misma edad. La agresividad que pudiera
sentir hace unos momentos se volatiza hasta convertirse en algo parecido a la
compasión. Apenas lo conozco pero durante un momento aventuro a preguntarme
cuál es su historia. A lo mejor es uno más del montón, un chico con la brújula
estropeada; a lo mejor acabó en la calle por casualidad o simplemente porque
quiso probar algo nuevo; a lo mejor huía de algo y tuvo la desgracia de toparse
con la gente equivocada; a lo mejor nunca supo encontrar su lugar… A lo mejor
no somos tan distintos.
Es muy fácil entrar en el mundo de la calle.
Una vida de miseria, violencia e ilegalidades. Amparado tras la efímera amistad
de quien te teme, vives en un constante vaivén en el que, en el mejor de los
casos, puede terminar tras los barrotes de prisión. Aprender a engañar,
manipular y a hacerte valer para sobrevivir. Un mundo en el que las únicas
leyes son las que tú impones.
El sonido de las sirenas de los coches de
policía resuena a lo lejos. Mi último pensamiento es para el muchacho que descansa
sobre el suelo, que dudo se levante de nuevo, antes de empezar a correr y
formar parte de la noche.
Es muy fácil entrar en el mundo de la calle
pero no lo es tanto salir y en
ocasiones… nunca logras escapar.
KYLE
SMITH…
La mañana, grisácea y decaída, se cuela a
través de las pesadas cortinas de mi habitación. Abro los ojos febriles y
apagados, me cuesta abrirlos, como si algo me impidiese levantar los párpados. Un
temblor sacude mi cuerpo y un escalofrío me atraviesa de arriba abajo al igual
que un rayo. Últimamente las pesadillas me atormentan, la ansiedad me envuelve
en sus brazos y entre gemidos y gritos de horror me despierto en medio de la
noche, empapada de sudor y con las sábanas adheridas a las extremidades al igual
que si formasen parte de mi piel. La normalidad regresa cuando me doy cuenta de
que no he engordado nada mientras dormía.
Atrás han quedado esos días en los que siempre
había algo nuevo por descubrir. Era dueña de mi juventud, soñadora de mis sueños
e inventora de sonrisas. Ahora, cada mañana es un infierno en el que tengo que
sobrevivir. En cada rincón aparece la marca de la soledad como si su mayor
placer fuera burlarse de mí. Pero realmente, no necesito a nadie. No me
entienden y no hacen nada por entenderme. Cuando te miras en el espejo y
apartas la mirada disgustada es entonces cuando te inmoviliza y poco a poco
notas cómo la razón y la coherencia permanecen en las sombras.
Conecto
el ordenador y en medio de la pantalla aparece la notificación de que una de
mis amigas ha publicado una nueva foto: el músculo lánguido recubre tenuemente
los huesos del esqueleto y una sonrisa algo forzada se entrevé entre las
delgadas líneas de lo que parecen ser los labios. “Algún día lo conseguiré” me prometo a mí misma. Y así, con algo
parecido a una felicidad enfermiza empiezo a planear cómo saltarme las comidas
de ese día.
…Y UN FINAL.
Puede que nunca se hubieran conocido o puede
que alguna vez coincidieran en el centro comercial, haciendo la compra o
simplemente de camino a sus respectivos puntos de encuentro. Pero nunca
imaginaron que debido a una serie de imprevistos sus caminos confluyeran.
Tal vez si Jeremy esa noche no hubiera
salido antes del bar de lo que acostumbraba y hubiera tomado el camino del río
no hubiera visto cómo Jane recibía una paliza a manos de un desconocido
dejándola inconsciente y magullada en el suelo y por tanto, no la hubiera
llevado al hospital.
Tal vez si Eric no hubiera sentido lástima
por el chico con el que acababa de pelearse y no hubiera cogido el camino más
vulnerable para que la policía lo cogiese a propósito no hubiera sido juzgado y
condenado a realizar numerosos trabajos para la comunidad así como a asistir a
un programa de reformación de conducta.
Tal vez si Kyle no se hubiera desmayado
debido a la falta de alimentos, su madre no se habría dado cuenta de lo que le
sucedía a su hija y no la hubiera llevado a un psicólogo. Y si la madre de Kyle
no hubiese tardado un poco más en hablar con la doctora, esta no se habría
fijado en el joven que limpiaba con empeño los grafitis de la pared de enfrente
del centro de salud.
Tal vez si Amanda no hubiera sido trasladada
a otra residencia, la anciana Madelain no hubiera necesitado una nueva
enfermera.
El caso es que cuando Jane despertó en el
hospital, el recuerdo de la mujer de Jeremy quedó guardado en el olvido. Ambos
siguieron viéndose posteriormente y con el dinero recaudado trabajando como
prostituta, ella empezó un curso de enfermería para cuidar a gente mayor lo que
la ayudó a conseguir el puesto vacante de enfermera para la señora Madelaine. A
petición de Jane, Jeremy decidió apuntarse a una terapia psicológica para sus
problemas con el alcohol donde conoció a Kyle, la cual había empezado una relación
con Eric, el chico que limpiaba los grafitis a la salida de su centro de salud.
Puede que todo se debiese a una serie de
casualidades que ejecutadas en el momento preciso dieran ese resultado… o puede
que sus caminos estuvieran ya conectados a través del tiempo por un hilo
imperceptible llamado Destino.
Hola! Cuanto tiempo^^
ResponderEliminarMe alegro de que sigas escribiendo tan bien, me ha gustado mucho.
Besos
¡Hola Rocío! Sí, la verdad es que ha pasado demasiado tiempo. Los estudios no dejan vivir, además de que luego existen otras distracciones... jejejejeje y eso no puede ser. Aun que como ves sigo activa, no tanto como me gustaría pero bueno.
EliminarGracias por tu comentario, me alegra mucho que te haya gustado el relato!! Un beso enooorme!!! :D
Hola Cris. ¿Este relato es tuyo?, porque si lo es tengo que darte mi más sincera enhorabuena, te lo digo de verdad. El destino a veces nos depara cosas hermosas, pero nadie dice que el camino para llegar a ellas sea fácil y no nos damos cuenta que una serie de casualidades pueden derivar en cosas que analizándolas desde fuera, resultan totalmente mágicas, al menos para mí, y eso no puede ser otra cosa que el destino, ¿sino qué es?. Ais, me ha encantado el relato chuli, genial. Me ha llegado al alma.
ResponderEliminarUn besito y hasta la próxima. Espero que todo te vaya bien. ^^
Sí que es mio. Es el que he presentado al concurso literario de mi instituto y bueno, debo decir que he quedado primera :3 Muchas gracias guapi, realmente pienso como tú. Todo lo que sucede pasa por algo, al igual que lo que no sucedió también es por algo. Puede sonar un poco místico o muy fantasioso pero la ciencia no lo es todo y puede que haya un montón de cosas inimaginables que existen aun que no podamos verlas.
EliminarMil gracias por comentar, espero pasarme hoy por tu blog que he visto que has publicado unas cosillas. Luego echo un vistazo!!! Un besazo Noe!! Pasa un muy buen fin de semana ^^
Muy buen relato..... las descripciones de los personajes preciosas
ResponderEliminarMuchísimas gracias :3
EliminarHola Cristina, como me alegra ver que ni tu talento ni tu pasión te abandonan. Me sigues sorprendiendo con tus descripciones puntuales, en forma de metáfora, y para mi gusto cargadas de belleza y originalidad. Y aunque desde mi perspectiva puedo adivinar detalles que revelan tu juventud en cuanto a vivencias se refiere -y te lo digo porque te tocará escucharlo más de una vez-, que nadie te lleve a la confusión de confundir tus experiencias con tu madurez, porque tu constancia, tu sentido de la responsabilidad, y tu predisposición a profundizar en la naturaleza humana te avalan.
ResponderEliminarUn abrazo enorme Cristina!
¡Hola Diego! Qué gusto volver a leerte! Me alegra mucho que sigas leyendo mi blog y sobre todo que te siga gustando lo que escribo, eres un seguidor fiel y ahora que por circunstancias de clase he tenido que dejar esto un poco apartado se agradece mucho. En cuanto a lo que haces referencia de que existen detalles en los que se vislumbra mi juventud... me alegra que me lo digas, realmente (y no es por echarme flores pero un piropo de vez en cuando no es malo) si escribo bien y soy joven espero que de mayor mejore aún más y mis escritos lleguen a más personas de las que normalmente me leen.
EliminarMe encantan tus comentarios porque de verdad, levantan el ánimo hasta en los peores momentos y animan a seguir con el trabajo realizado hasta ahora. Mil gracias, de todo corazón! Espero pasarme pronto por el tuyo, hay algunos artículos pendientes que me gustaría leer :3
Un beso enorme!! ^^
El equilibrio del mundo. Si solo ves una parte del mundo te perdes la belleza de la armonia del universo. Muy bien contado Cristina, gracias.
ResponderEliminarMuy profundas tus palabras :)
ResponderEliminarMuchas gracias por comentar!! ^^
Muy buena reflexión. A mi también me encanta escribir, así que desde ya te sigo y espero me sigas :) Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, tanto por tu comentario como por haberme seguido. Estaré encantada de seguir a otro escritor en prácticas como yo, nunca sabes qué bueno puedes sacar de ello. Bienvenido y espero que nos sigamos leyendo!
EliminarUn saludo!