“Bajo una atmósfera polvorienta, entre telas
apolilladas y envuelto por el frío invernal que se colaba temeroso por la
ventana se escuchaba el rasgar del papel al deslizarse el lápiz, desgastado por
sus innumerables horas de trabajo, rápido y preciso por la hoja de bocetos.
Arriba, abajo, una curva, un poco de sombra en el pliegue… poco a poco, la
figura de una joven, con la mirada perdida en el vacío inexistente iba tomando
forma y apareciendo tímidamente bajo la punta grisácea y afilada de su creador.
Día tras día, el lápiz creaba todos aquellos diseños, que, más tarde, quedarían
expuestos tras los escaparates de numerosas tiendas. Por la noche, cuando la
luz del flexo caía plomiza sobre sus dibujos se permitía darse un descanso;
exhausto descansaba en el estuche junto a sus hermanos: HB, 2B, 6H, 5H, 3B… Su
vida era dibujar. No conocía otra cosa.
Puede que fuese cosa del destino o
simplemente que se debiera a un despiste de su dueña pero una noche, el pequeño
lápiz quedó olvidado en la mesa, oculto entre varios vasos de café a medio
terminar. Disgustado como estaba, intentó hacerse notar, pero cuando asomó su
pequeña punta de grafito no pudo más que quedarse ahí, observando: se trataba
de una aguja. Admiró su esbelto cuerpo terminado en punta; la forma en la que
aparecía y desaparecía tras la tela al igual que una flor es arrullada por el
viento. Así pasó toda la velada, contemplando maravillado cómo su aguja unía
las diferentes piezas hasta dar vida al boceto que él mismo había creado. Pero
esa sería la última vez que coincidirían.
Las estaciones cambiaban: invierno,
primavera, verano, otoño y vuelta a empezar. En silencio, el pequeño lápiz
anhelaba volver a ver a su amor; no había noche que no esperase volver a
quedarse olvidado en algún rincón de la mesa. Menguaba con tanta rapidez que,
inservible, acabó sus días en la papelera, entre bolas de papel y diferentes
lápices que habían corrido su misma suerte. Melancólico y abatido deseó, como
tantas otras veces, poder volver a ver a su aguja como la última vez. No sabía
lo cerca que estaba de ver cumplido su deseo. Días más tarde un nuevo
acompañante aterrizó junto a él: era su amor, que doblada y magullada de tanto
coser había quedado inutilizable. Llenos de alegría, lápiz y aguja se abrazaron
y así, unidos como uno solo, comenzaron a bailar.”
Preciosa historia de amor entre el lapiz y la aguja, sinceramente lo que más me ha gustado ha sido la imagen del principio, dibujando bajo el flexo y el sonido del lapiz sobre el papel... Genial!
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchísimas gracias, la verdad es que se me ocurrió ayer cuando estaba haciendo Trigonometría xD Me puse a girar el compás, con la punta de grafito doblada para hacerlo más fácil y me pareció una bailarina y bueno, una cosa llevó a la otra y aquí está el relato jajajaja.
EliminarMe alegro que te haya gustado, una abrazo a ti también!!
¡Qué tierno! cómo de algo tan pequeño podemos crear belleza, por cierto, felices fiestas!! ^^
ResponderEliminarMuchas gracias!! :D
EliminarFelices fiestas a ti también y que los reyes se porten bien!! ^^
Vaya contigo...nunca dejas de sorprender ¿eh?
ResponderEliminarYa sabes que si no he sentido mucho no suelo hablar, que no es el caso claro.
Me ha encantado el vocabulario, las metáforas, el romanticismo en general, y cuando he llegado al final...joder...me ha sabido mal que acabara tan pronto!
No sé si éste era el objetivo, pero por mi parte:
¡Enhorabuena una vez más!
Jajajajajajaja MUCHÍSIMAS GRACIAS!! :D
EliminarLo sé, así que viéndote por aquí veo que te ha emocionado, cosa que me alegra un montón ^^
Realmente, pocas veces tengo un objetivo. Únicamente que disfrutéis de la lectura y ser capaz de introduciros en la historia :)
Me encanta verte por aquí Diego, un beso y felices fiestas!!!