¡Qué
más da si eres alto o bajo, si gastas una 36 o una 48, si eres de los que
triunfa en la pista de baile o de los que triunfa en la barra del bar! ¡Qué más
da la homosexualidad! Si al gritar en el follar, no se distingue orientación
sexual. Es lo bonito del amor. Él, que no hace distinción. Un viaje ciego por
dos cuerpos desnudos en el que el orgasmo no sea el final, sino que cuando
acabes digas: nos tomamos un café y repetimos. Que el amor no sea solo amar
hasta la eternidad, sino susurrar al otro en el oído que lo amas mientras haces
que se corra. Porque hace falta hablar más de sexo con amor que de simples
sentimientos: el follar por follar es solo un acto vacío, al igual que un
simple “te quiero” que se lleve luego el viento.
Votemos
por el sexo mañanero; votemos por amar de una forma un poco más sexual. Sin
restricciones morales, sin prejuicios de género. Amar nunca vino con un
prospecto médico.
Vive,
ama y muere con un gemido en los labios.